La piedra movediza es un emblema en Tandil, una gran atracción turística para propios y ajenos. Siempre inerte. Siempre inmóvil. Siempre erguida, mirando la ciudad, contemplando.
Casi como un simbolismo, Miguel Lunghi, el octogenario intendente de Tandil, muestra un sinfín de paralelismos con esa roca. No hay duda: Lunghi es un emblema. ¿Cómo podría no serlo un político cuyo gobierno ya se extendió por más de 20 años? Claro que tanto tiempo en el poder también trae aparejado estancamiento, cansancio, falta de ideas, de innovaciones.
La piedra se va erosionando. Una gestión de 20 años también. En el caso de la piedra las consecuencias no son mayores. En el caso del gobierno, sí. Porque ese cansancio empieza a notarse en la falta de obras y de desarrollo.
Quizás Lunghi ya haya dado todo lo que tenía para dar. El intendente ha generado en sus primeros años una serie de obras que fueron importantes. Pero luego todo fue entrando en una meseta. El municipio empezó a dedicarse a lo básico. A lo necesario. Y de a poco, incluso lo básico se fue abandonando.
Hoy parte de ese abandono puede verse en algunas calles y en las veredas de Tandil. Claro, aún no se ve en los grandes detalles. Porque en general, la ciudad puede lucir más o menos prolija, preparada para recibir visitantes, para el turismo.
Pero la calidad de vida de los tandilenses se fue deteriorando. Los turnos en los hospitales públicos demoran meses. La inseguridad se ha transformado en un problema creciente. La falta de empleo empezó a incrementarse de la mano de una nula gestión en materia de radicación de empresas y emprendimientos. Los jóvenes huyen de la ciudad por falta de oportunidades y expectativas.
La Piedra Movediza ha representado un fenómeno reconocido de manera internacional por su singularidad. Que una mole de granito de más de 300 toneladas se mantenga en delicado equilibrio al borde de un cerro es sumamente particular. Como también es curioso que un gobierno que ya suma muchos años sin aportes trascendentes a la calidad de vida tandilense se mantenga en pie.
En algún momento, como le pasó a la piedra, todo cae por su propio peso y se deshace en pedazos. Quizás no sea necesario que los tandilenses lleguen a ese momento donde todo se cae por la ladera de una montaña. Quizás sea el momento de darle las gracias a Lunghi por todo el trabajo realizado en estas décadas, y elegir nuevas opciones.
Para que, a diferencia de la piedra, el municipio empiece a moverse en serio.